Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación. Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia. Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios. (Carta del apóstol Pablo a los Romanos cap.10 vrs 1-3)
La honestidad es la cualidad que impulsa al ser humano a ceñirse por valores morales y principios de vida que favorezcan una sana relación con los demás, implica armonizar pensamiento (lo que creo), discurso (lo que digo) y conducta (mi comportamiento público y privado); alguien honesto que cree en la justicia, resaltará en sus conversaciones el valor de la justicia y actuará con justicia en su relación con los demás. Por lo anterior, al estar la honestidad ligada al conjunto de creencias, bien alguien podría estar honestamente equivocado, ¿Cómo es posible esto? Piense usted en un radical islámico; él se rige por un conjunto de creencias (pensamiento) las cuales busca exponer ante otros (discurso) y conducirse en su diario vivir por lo que sus creencias le indican (comportamiento); no podemos tacharle de deshonesto, pues vive lo que cree a tal punto que dan su vida (literalmente) por lo que creen, el problema por tanto no está en la honestidad, sino las creencias que abraza; en otras palabras, alguien honesto bien pueda estar ceñido por creencias erradas, que le mantienen lejos de la verdad.
El apóstol Pablo al hablar de su nación, aquella a la cual pertenecía por linaje, les describe como celosos de los asuntos de Dios, y él mismo indica que da testimonio de ello; el problema que él identifica no es el celo, sino que el objeto del celo es el errado, pues como él dice ignorándola justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios y si hay alguien que sabía de celo en la justicia propia, era precisamente el apóstol Pablo, fariseo por excelencia antes de ser constituido como apóstol por nuestro Señor Jesucristo. Recuerde usted como los fariseos habían hecho de la tradición la religión a seguir, como influyeron tan notablemente en la vida cotidiana de Israel que sus preceptos y ceremonias las equiparaban a las contenidas en las escrituras, recuerde como eran notablemente obsesivos con detalles, al punto que al ir a la feria a comprar sus semillas contaban semilla a semilla para apartar del diezmo de la menta, el eneldo y el comino (Sn Mateo 23:23); tan celosos se habían vuelto que en su tradición consideraron que los ritos de purificación de los sacerdotes bien debían ser seguidos por el pueblo común y con mayor rigor aún.
Mirando desde lejos parece fácil desmarcarse, asumiéndonos inmunes a la honesta equivocación, pero la historia de nuestro movimiento pentecostal da cuenta de cómo el celo por la tradición también ha implicado flagelos; en su libro “El refugio de las masas: un estudio sociológico del protestantismo chileno” el sociólogo Cristian Lalive d`Epinay, comenta distintos cismas en el pentecostalismo chileno, sin que él use la palabra tradición, es posible hipotetizar que precisamente las tensiones por defender tradiciones propiciaron en 1946 que un grupo de pastores y congregaciones se separara de la Iglesia Metodista Pentecostal para formar la Iglesia Pentecostal de Chile, unos defensores de la tradición de obispo vitalicio mientras los otros indicaban defender la tradición apostólica de un grupo de superintendentes con igualdad de atribuciones sin jerarquías entre ellos. Y qué decir respecto al cisma que implicó el nacimiento de la Iglesia Evangélica Pentecostal, que en uno de sus argumentos para justificar la separación entre iglesias, apelaba a la tradición litúrgica-musical a voces por sobre la tradición litúrgica-musical con instrumentos.
Pensemos incluso más minuciosamente, y miremos como hay quienes defienden la tradición de que el día lunes es de las dorcas, o la tradición que dicta que la organización sólida de una iglesia implica funcionar en torno de departamentos (grupo señoritas, grupo jóvenes hombres, dorcas, varones, ciclistas, estudiantina etc.), y tantos otros ejemplos que podríamos observar; y lo lamentable es que al igual que en el pueblo de Israel, muchos y muchas piensan que en verdad seguir una tradición u otra, les hace ser más aceptos ante Dios, más santos ante él, mas consagrados a su servicio, más justos ante sus ojos, e incluso les permite arrogarse el ser la iglesia verdadera y portadora del verdadero evangelio; celosos de tradiciones, honestamente equivocados, pues como dice el apóstol “procurando establecer la suya propia (justicia), no se han sujetado a la justicia de Dios”. Amado hermano, hermana y pastor, solo volviendo a la palabra de Dios con rigor, podremos limpiarnos de nuestras tradiciones que humanamente hemos construido, solo mediante la reflexión crítica de nuestras costumbres religiosas seremos capaces de experimentar el evangelio de nuestro Señor Jesucristo.
Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren” (Primera carta del apóstol Pablo a Timoteo cap 4 vrs 16)
Hermano: A.M.V. – 2021