“Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él.” Evangelio según san Juan cap. 6 vers. 66
El discípulo en el primer siglo pertenecía a una categoría social similar al estudiante universitario de nuestros días, su proceso formativo implicaba imitar el estilo de vida y recibir las enseñanzas de su maestro, el estatus del discípulo estaba asociado a la popularidad de su maestro y en consecuencia, para ser parte del selecto grupo llamado “discípulos”, las personas estaban dispuestas a modificar su estilo de vida, abandonar empleos, emigrar a otras ciudades, desvincularse de su familia de origen, entre otras renuncias que implicaba seguir a un maestro; por lo anterior, quien estaba dispuesto a ser discípulo, lo hacía al estar convencido que el maestro a seguir portaba una enseñanza superior y más valiosa que cualquiera expuesta por otras personas, y en otras ocasiones porque el maestro representaba un liderazgo fuerte o era influyente políticamente; San Marcos 2:18 comenta que tanto Juan el bautista como los fariseos tenían discípulos.
Desde hace un tiempo se ha hecho hincapié, en que la iglesia no fue llamada a hacer miembros, los cuales son volubles y fácilmente abandonan la fe; sino más bien estamos llamados a hacer discípulos, quienes están dispuestos a negarse a sí mismos por seguir a su maestro; y en efecto ese es el mandato bíblico, sin embargo, la escritura nos muestra que hay discípulos y discípulos, pues como comenta el texto de San Juan 6:66, hubo un momento en el cual “muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él”; es decir, hay una cantidad indeterminada de personas, que cumplían el criterio para ser reconocidas como discípulos, por tanto, efectivamente habían abandonado muchas cosas para seguir a Jesús, pero el discurso expuesto de San Juan capítulo 6, fue motivo para ya no seguirle. ¿Qué ocurrió en esa ocasión que causo el abandono de muchos de sus discípulos?
La escritura nos muestra que posterior a la alimentación de los cinco mil, nuestro Señor enfrenta a la multitud por su interés en buscarle, no basado en su enseñanza sino en los beneficios de ser alimentados; el discurso avanza y ya no solo muestra lo valioso de su enseñanza, sino que apunta a su persona, a lo que él es; nuestro Señor Jesucristo les expuso que Moisés no les había dado el verdadero pan del cielo, pues él es el pan del cielo; les indicó que el maná tenía un efecto temporal (saciar el apetito) pero quien comiera de él vivirá para siempre; expuso directamente que él era el enviado del Padre haciéndose igual a él al usar la expresión Yo Soy. Cada una de estas aseveraciones fueron motivo de escándalo, para ellos fue ofensivo el menosprecio al milagro más connotado del peregrinaje por el desierto, el ser alimentados por maná del cielo; el relativizar el milagro ejecutado por su gran legislador y precursor de toda la identidad religiosa y cultural implicó un ataque a sus fundamentos religiosos; exponer que solo él como enviado del Padre representaba el acceso a la vida eterna dejaba como estériles sus ritos y ordenanzas. En este momento del ministerio de nuestro Señor Jesucristo, se hace evidente que su enseñanza no era una réplica de la moral judía, ni una reivindicación a la ley del Sinaí, expuso con claridad que todo aquello no se comparaba a su persona y a lo que él significaba en la relación del ser humano con Dios Padre, discurso que minó la identidad y fundamentos de la fe judía. Este elemento fue el que no estuvieron dispuestos a aceptar algunos de sus discípulos, y desde entonces dejaron de seguirle, estuvieron dispuestos a cambiar de ciudad, a vivir de manera errante, a dejar sus trabajos, sus hogares, sus comodidades, a cambiar su estilo de vida en muchos aspectos, pero NO A MODIFICAR SUS FUNDAMENTOS DE FE, no a cambiar aquello que les ha dado identidad por tantos años, no a cuestionar aquella forma de religión aprendida de sus padres.
Estos elementos también hoy son motivo de abandono de la fe, muchos hermanos están dispuestos a dejar o modificar estilos de vida (relaciones sociales, hábitos poco saludables, conductas pecaminosas), pero cuando se enfrentan a experiencias que van en contra de sus fundamentos de fe, no logran tolerarlo; como el creyente que cree que a un hijo de Dios no le pueden afectar enfermedades catastróficas o nacer hijos con enfermedades congénitas, y al enfrentar esas situaciones, contrarias a su idea de cómo Dios actúa, entonces ya dejan de seguir al Señor, abandonan su relación con él, pues se pasó a llevar sus ideas base acerca de cómo es Dios y cómo actúa, esto es, que a los hijos de Dios ninguna cosa adversa les acontece pues Dios no lo permite. Abandonar nuestras ideas limitadas acerca de Dios y su obrar, implica una seria disciplina de escudriñar su palabra, orar y meditar acudiendo a la ayuda del Espíritu Santo, y añadiendo a ello, el ser capaces de aceptar las experiencias de vida como venidas o permitidas por el Señor, con propósitos que paulatinamente nos serán mostrados; abandonar el dios de nuestra imaginación, para conocer en verdad al Dios de todas las cosas, no siempre es sencillo, y por ello, muchos que eran discípulos, hoy ya no siguen a nuestro Señor.
Mi amado hermano, hermana, pastor; le animo a mirar las experiencias de vida, sea cual sea la que hoy vive, como una oportunidad para conocer más a Dios, abandonar su idea acerca de cómo Dios obra, para conocer como él quiere obrar y fortalecer su relación con él; no abandone al Señor, abandone sus ideas limitadas acerca de cómo es Dios, muchas de ellas alimentadas por lo que socialmente se piensa de Dios, pero que están lejos de describir cómo es él.
“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” Epístola del apóstol pablo a los Romanos 12:2
Con afecto, Pastor Alejandro Matus Viveros – Purén. 25 Junio 2022