Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él.
Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros?
Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.
Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. (Evangelio según san Juan 6:66-69)
En 1970 el sociólogo y filósofo francés Jean Baudrillard escribió el libro “La sociedad de consumo: sus mitos, sus estructuras” elaborando su tesis que el consumo es un instrumento estructurante de la sociedad, que dará sentido a las relaciones del ser humano y los distintos bienes de consumo disponibles, estableciendo una relación entre el bien a consumir y el grado de satisfacción que aporta al consumidor; en el texto, indica que a futuro toda experiencia del ser humano estaría mediada por reglas de consumo, mayor bienestar al menor coste posible, o en su contraparte, mayor exclusividad donde el coste es negociable. A juicio de Baudillard, la religión, se constituiría también en un bien de consumo, en este caso, sería un bien de sentido existencial, aportando al consumidor bienestar psicológico, motivación para alcanzar sus metas e incluso felicidad; pero al ser un bien de consumo, sería una opción dentro de varias que tiene como fin dar sentido existencial a quien lo desea, por tanto, llegaría el momento en el cual (siguiendo a este autor) los líderes religiosos tendrían que seguir la reglas de publicidad para logar su cometido de alcanzar nuevos miembros, los predicadores, serían quienes hacen propaganda de los beneficios de la religión y buscarían persuadir a las personas a consumir este bien.
Pensar de esta forma nuestra fe, es algo que sin duda despierta incomodidad, celo, repulsión incluso, pues no es tolerable para quienes amamos a Dios, que se postule siquiera a nuestra relación con él como un bien de consumo, o como un mero espacio de satisfacción de necesidades emocionales, psicológicas o sociales, sin embargo, para lamento nuestro, el panorama descrito por Baudrillard es posible de ver en nuestro diario vivir, sobre todo en la creciente proliferación de distintos movimientos neo-pentecostales (o los llamados ministerios), donde muchos, en efecto, parecen ofertar regalías y bienestar, tranzando verdades bíblicas en razón de tener mejor aceptación en los oyentes. Entre varios movimientos que influyeron en Latinoamérica está la llamada teología de la prosperidad, centrada en el bienestar material y ascenso social de los creyentes; o el movimiento de sanidad interior, donde las iglesias se convertían en comunidades terapéuticas, se perpetuaba la autocompasión y el cuidado del ego humano era el motivo del quehacer pastoral; también existieron movimientos asociados a corrientes sub-culturales, con ministerios ocupados de alcanzar a los punk y “pastores” vestidos de punk para que los oyentes se identificaran con su liderazgo, ministerios ocupados de raperos urbanos, donde los cultos al Señor carecían de toda devoción, consagración y reverencia ante el Señor de todo lo creado. Nuestra tendencia humana a modificar lo divino, y teñirlo con nuestras ideas, estrategias y sabiduría humana, ha causado que en verdad la predicación del evangelio se haya vuelto un bien de consumo, y nuestras congregaciones lugares donde las personas buscan satisfacción emocional, pero no se convierten al Señor.
En su libro “Religión hasta agotar existencia: los ministerios cristiano evangélicos y su mercadotecnia” la antropóloga Angélica Patiño analiza la forma de funcionamiento de estos ministerios en México, sus estrategias de expansión y metodologías de exposición del mensaje cristiano, advirtiendo como se omiten los conceptos infierno, pecado, consagración, santidad y negarse a sí mismos, superponiendo los conceptos de amor, restauración, victoria, gloria, unción; apuntan por tanto, a un grupo de personas que busca satisfacer sentido de identidad y pertenencia social (el grupo de los victoriosos y protegidos de Dios), siendo las exposiciones bíblicas charlas motivacionales que apoyan los proyectos personales de los oyentes, mensajes que sean atingentes a las aspiraciones de ascenso social, los momentos de alabanza representan mini shows musicales donde la atención está puesta en la expertiz o calidad musical del ejecutante (músico o corista) sin estar vinculado su reconocimiento a su integridad o devoción en su manera de vivir (tal como la sociedad pasa por alto la inmoralidad de sus cantantes favoritos). En resumen, los aspectos de interés del consumidor de religión en México han desdibujado el cristianismo bíblico.
Nuestro Señor Jesucristo experimento la intención de mirarle como objeto de satisfacción de necesidades personales, posterior de la alimentación de los cinco mil, observó la intención de algunos de hacerle rey por cuanto comieron pan gratis hasta saciarse; que le buscaran como medio para alcanzar satisfacción personal material, emocional o social es una afrenta al propósito de su venida, reconciliar al mundo con Dios padre mediante su vida perfecta y muerte redentora, por ello, desenmascara las intenciones pueriles del pueblo y argumenta que él, su persona, es la medicina a la decadencia y miseria humana, no son sus milagros portentosos los que el mundo necesita, es a él a quien necesita; pero la sociedad de consumo tiene la habilidad de causar que el ser humano confunda deseos con necesidades, muchos y muchas deambulan iglesia en iglesia buscando ver prodigios, desertan otros de las iglesias tradicionales en pos de los “ministerios” buscando “revelaciones nuevas” o glorias de avivamientos pasados, así como los israelitas buscaban réplicas de un nuevo Moisés que hiciera descender maná del cielo, pero nuestro Señor Jesucristo desmonta toda argumentación que mantenga al ser humano centrado en sus métodos de satisfacción estéril, estéril pues no apuntan al problema del ser humano, esto es, que aún vive de espaldas a Dios construyendo un sistema religioso que hace sentir bienestar, pero no representa el cristianismo bíblico; no obstante lo anterior, llega un divino momento en el cual nuestro Señor expone nuestras intenciones ocultas, confronta nuestros pensamientos e ideas de bienestar personal, y nos pregunta en pos de qué deseamos construir la vida presente y futura, presiona nuestro corazón a decidir qué hacer ante los mensajes bíblicos incómodos al ego o experiencias frustrantes a las aspiraciones humanas, ¿Queréis acaso iros también vosotros? Que encuentre en nosotros la misma convicción que en el apóstol Pedro, la aceptación ineludible de sus palabras y enseñanzas, y el reconocimiento absoluto de su persona cultivando nuestra relación personal con él, no por los bienes obtenidos, sino por lo maravilloso de su persona.
Alejandro Matusalenes Viveros
IEU-Purén